Descubramos juntos la anatomía del oído medio, sus funciones y las patologías que pueden afectarlo.
El oído medio consta de: la membrana timpánica, la cavidad timpánica (o caja timpánica), la cadena de huesecillos, la cavidad mastoidea y la trompa auditiva o trompa de Eustaquio.
La cadena de huesecillos está formada por el martillo, el yunque y el estribo, tres pequeños huesos articulados y mantenidos en sus respectivas posiciones por ligamentos. La cadena de huesecillos está contenida en la cavidad timpánica y establece una conexión entre la membrana timpánica y la ventana oval; de hecho, el mango del martillo está incorporado en el grosor de la membrana timpánica y, con el yunque interpuesto, el estribo se hunde en la ventana oval (cóclea). La amplitud de los movimientos, conferidos a la cadena por las vibraciones de la membrana timpánica, está regulada por dos pequeños músculos que actúan de forma antagónica: el músculo tensor del tímpano, que provoca un aumento de la tensión de la membrana timpánica y realiza una acción protectora contra las estimulaciones sonoras demasiado intensas, y el estapedio, que tiene la tarea de evitar el movimiento excesivo del estribo.
Desde un punto de vista funcional, el oído medio tiene la tarea de transmitir ondas sonoras desde el tímpano a la cóclea, drenando las secreciones de la caja timpánica hacia la faringe y permitiendo que el aire ingrese de la faringe en la cavidad timpánica y en la cavidad mastoidea. Esta última función permite que la membrana del tímpano vibre en condiciones óptimas. De hecho, el aire que ingresa de la faringe a la cavidad timpánica, a través de la trompa auditiva, equilibra, en la cara medial de la membrana timpánica, la presión que el aire contenido en el canal auditivo externo ejerce sobre su cara lateral. Por lo tanto, una alteración de la permeabilidad tubárica (bloqueo de la trompa de Eustaquio) provoca cambios en la presión que normalmente existe en la caja del tímpano, con el consiguiente deterioro del funcionamiento de la membrana del tímpano y la cadena de huesecillos.
En la otitis aguda, el paciente se queja de dolor de oído (otalgia), fiebre, pérdida auditiva y acúfenos. En formas purulentas, la otorrea (derrame de pus del oído) puede estar asociada con la perforación de la membrana timpánica, que tiende a cerrarse espontáneamente una vez que finaliza el proceso inflamatorio. El tratamiento de la otitis aguda consta del uso de antibióticos tanto sistémica como localmente, y el uso de analgésicos-antiinflamatorios. La otitis aguda es más fácil de encontrar en los niños y ocasionalmente, si no se trata de manera adecuada, puede llevar a complicaciones como meningitis, parálisis del nervio facial, petrositis y absceso cerebral. Dado que la otitis media aguda a menudo va acompañada de inflamación viral de las vías aéreas superiores, especialmente en sujetos jóvenes, es útil la terapia con mucolíticos por vía oral o en aerosol.
La otitis serosa crónica se caracteriza por la presencia prolongada de exudado en la cavidad timpánica, generalmente de tipo mucoso en niños y de tipo seroso en adultos, como resultado de la asociación de una disfunción de la trompa de Eustaquio y la inflamación del oído medio. Los principales síntomas son la pérdida auditiva estable o fluctuante, ocasionalmente acúfenos y raramente dolor. La terapia médica consta del uso de anticoagulantes orales y en aerosol, y terapia térmica. En los casos más resistentes, es necesario recurrir a la inserción de un tubo de ventilación en la membrana timpánica (timpanostomía) para favorecer el drenaje del exudado y la ventilación de la caja timpánica.