Descubre la anatomía del oído interno, sus funciones y las patologías que pueden afectarlo.
El oído interno tiene una estructura compleja: consiste en el laberinto óseo (sistema de cavidades excavadas en el hueso temporal) y el laberinto membranoso, separados por el espacio perilinfático (un complejo de grietas que se comunican entre sí y contienen un líquido, la perilinfa).
El laberinto óseo consiste en una parte vestibular (posterior) que incluye el vestíbulo, los canales óseos semicirculares y el acueducto del vestíbulo, y una parte acústica (frontal) que consiste en la cóclea o el caracol óseo y el acueducto del caracol.
El laberinto membranoso es un conjunto de órganos huecos que contienen un líquido, la endolinfa, y se comunican entre sí, delimitados por una pared membranosa.
El laberinto membranoso se compone de:
El aparato vestibular es responsable del equilibrio. Las estructuras neurosensoriales se colocan al nivel del utrículo, el sacro y los canales semicirculares, donde se colocan las células del equilibrio sensorial que cuentan con cilios verticales, sobre los cuales descansa una capa de cristales de carbonato cálcico llamados otolitos.
Las patologías que afectan el laberinto dan la aparición del vértigo como su principal característica sintomatológica, definida como una falsa sensación de movimiento del cuerpo o del entorno circundante.
Otras patologías de origen neoplásico o degenerativo (meningiomas, schwannomas, ependimomas, gliomas, meduloblastomas, neurofibromatosis, etc.) contribuyen a causar mareos episódicos o sensaciones de inestabilidad.
Las causas virales como el herpes zóster o bacteriano (laberintitis) pueden desencadenar el vértigo. Por lo general, la fiebre ocurre primero, solo en formas bacterianas, luego mareos con pérdida auditiva y, a menudo, la aparición de tinitus o acúfenos. La terapia es etiológica.
Los vértigos o mareos inducidos por fármacos, sin otra causa, representan aproximadamente el 23% de los casos de mareos en las personas mayores. El uso de cinco o más medicamentos está asociado con un mayor riesgo de mareos y posterior caída. Los pacientes mayores son particularmente susceptibles a los efectos adversos de los medicamentos, debido a los cambios farmacocinéticos y farmacodinámicos relacionados con la edad.