La otorrea es la secreción del oído de diferentes tipos de líquido corporal, según las causas que la hayan provocado. Esta supuración del oído puede manifestarse como la exudación de sustancias ligeramente sanguinolentas, puede estar compuesta por cerumen o bien, puede aparecer pus en el líquido segregado, en la conocida como otorrea purulenta. Las diferentes composiciones determinan que en algunos casos las secreciones puedan desprender mal olor.
La causa más común es la perforación del tímpano, ya sea por infección, por traumatismo o por la introducción de un objeto extraño. En los casos más extremos, las causas pueden encontrarse en la aparición de formaciones tumorales, de un colesteatoma o en traumatismos especialmente severos.
La otorrea también se puede asociar con detritos epidérmicos característicos de la otitis media colesteatomatosa crónica, la forma más grave. También cabe mencionar la otorragia y otolicuorrea, que son consecuencia de un traumatismo craneoencefálico que afecta el canal auditivo externo y la cavidad timpánica. En presencia de otolicuorrea, se puede suponer que el evento traumático provocó una fractura de la base del cráneo con fuga de líquido por el canal auditivo externo.
En algunos casos, la otorrea puede ser asintomática, pero es habitual que vaya asociada a una serie de síntomas, entre los que destacan los siguientes:
En la otitis externa, el proceso inflamatorio afecta la piel del canal auditivo externo con presencia de pus, lo que indica una inflamación crónica del proceso inflamatorio, por contaminación del oído con agua o por limpieza inadecuada del canal por parte del paciente. Además de otorrea, el paciente presenta pérdida de audición, prurito y sensación de oído lleno.
La otorrea también es una expresión de algunas formas de otitis externa que, si no se tratan a tiempo, en algunas personas, como los diabéticos o inmunosuprimidos, pueden conducir a una participación generalizada de complicaciones graves.
En la inflamación crónica de la membrana timpánica, la otorrea mucopurulenta es el síntoma principal: la membrana timpánica aparece cubierta de burbujas hemorrágicas más o menos extensas, con tejido de granulación. La secreción presente en el canal auditivo puede someterse a un examen de cultivo para la identificación del microorganismo responsable de la infección con la consecuente terapia específica. Los fármacos más utilizados son los antibióticos, los antifúngicos y, en caso de persistencia de la enfermedad, la terapia quirúrgica.
Las infecciones que afectan al oído medio y se extienden a la trompa de Eustaquio a menudo son causadas por microorganismos como Staphylococcus aureus, Pneumococcus, Streptococcus y Hemophilus influenzae. Los síntomas resultantes se manifiestan en dolor, hipoacusia y otorrea tras la perforación de la membrana timpánica. La otorrea, en casos crónicos, es persistente en ausencia de dolor. Si ocurren complicaciones, el paciente puede tener parálisis facial, dolor, mareos y síntomas de meningitis. El tratamiento depende del estado de la infección y, generalmente, implica desde el uso de antibióticos y corticosteroides, hasta los casos extremos donde es necesario un abordaje quirúrgico.
La cura de la supuración del oído pasa por el tratamiento de la causa. En los casos de perforación del tímpano, habitualmente cicatriza, aunque requiere seguimiento para evitar que degenere en una infección crónica. Es conveniente mantener el oído cuidadosamente seco, sobre todo mientras no haya un diagnóstico preciso. En algunos casos, sobre todo cuando se trata de niños, pueden recetarse antibióticos y antiinflamatorios. Causas concretas como el colesteatoma requieren cirugía.